En Estados Unidos el salto del BNPL al informe de crédito ya es un hecho tras el anuncio de FICO. ¿Qué ocurrirá en Europa? El Parlamento Europeo aprobó la Directiva (UE) 2023/2225 sobre créditos al consumo, que extiende la obligación de información precontractual, la evaluación de solvencia y los periodos de reflexión a productos de financiación de bajo importe, incluido el BNPL: la operativa «sin intereses y en cuatro plazos» empieza a tener las mismas responsabilidades regulatorias que un crédito tradicional.
Para el usuario español, que en su mayoría suele desconocer cómo se calcula su historial crediticio, la consecuencia puede ser paradójica: lo que parecía una forma «sin coste» de pagar el móvil o las zapatillas puede terminar penalizando la puntuación crediticia si los retrasos se multiplican, encareciendo otros préstamos o incluso llegando a limitar el acceso a una hipoteca cuando se necesite.
Conviene, por tanto, reflexionar sobre varios aspectos: en primer lugar, el de la conveniencia frente a la consciencia. El mérito del BNPL es incuestionable, porque facilita la conversión, multiplica el ticket medio y ofrece flexibilidad en plena escalada inflacionaria. Pero esa misma inmediatez exige una alfabetización financiera que muchos usuarios aún no poseen. Además, es fundamental la transparencia obligatoria: la directiva europea forzará a los proveedores a detallar mejor los costes implícitos y a evaluar la capacidad de pago, algo que hasta ahora quedaba difuminado en la experiencia de usuario.
España se encuentra ante un dilema competitivo: mientras las grandes plataformas internacionales tienden a normalizar el BNPL, la banca tradicional y las fintech locales compiten por ganar cuota de mercado. Regular sin asfixiar la innovación pero con la adecuada prudencia será clave para no quedar rezagados frente a los líderes nórdicos o a la avalancha estadounidense. La educación financiera se configura como la mejor vacuna: ni los algoritmos de FICO ni las futuras leyes sustituirán la necesidad de enseñar al consumidor que «aplazar», te lo vendan como te lo vendan, es lo mismo que «endeudarse». Cada clic lleva aparejado un compromiso que, tarde o temprano, aparecerá en el balance personal… y muy pronto en su expediente crediticio.
El BNPL, por tanto, no es un demonio ni una panacea: es un recordatorio de que la tecnología puede suprimir las fricciones del pago, pero no elimina la aritmética básica de gastar hoy un dinero que aún no se ha ganado. Como sociedad, nos corresponde decidir si esa comodidad nos acerca a la inclusión financiera o nos empuja a una nueva burbuja de microcréditos invisibles que, como siempre, se terminan pagando.









