Así es, leyó bien. ¿Diría usted que para una constructora es “estratégico” incluir barras de acero en sus edificios para que no se caigan? ¿O que para una empresa de alimentos es “estratégico” contar con envases que preserven el contenido y su duración? Probablemente no. Hoy estos son temas superados: forman parte de un estándar de industria y ya no representan una ventaja competitiva, sino un requisito mínimo para permanecer en ella. El acero, el concreto o los envases no son estratégicos en sí mismos; son insumos habilitadores que permiten desplegar una estrategia mayor: ¿a dónde vamos y cómo queremos ser percibidos en el mercado?
La confusión surge porque solemos llamar “estratégico” a todo lo que parece importante. En realidad, lo estratégico está en el dónde queremos llegar y el cómo planeamos hacerlo, no en los insumos estructurales que son solo herramientas al servicio de la implementación de dicha estrategia. Así como el hormigón armado es indispensable en la construcción, lo estratégico no es usarlo, sino contar con proveedores confiables, procesos trazables y una buena relación precio/calidad. Esa es la diferencia estratégica.
La pregunta es: ¿sabe usted qué es realmente estratégico dentro de su negocio?
Con la inteligencia artificial (iA) ocurre lo mismo. La iA no es estratégica por sí misma, sino en la medida en que se conecta con la creación de valor, el posicionamiento, la eficiencia, la reducción de costos o la cercanía con el cliente. El secreto está en cómo la utilizamos y cómo la alineamos con los demás recursos de la compañía, de modo que su interacción contribuya al cumplimiento del plan estratégico.
¿Por qué la iA es hoy un imperativo estructural?
Cuando una tecnología se masifica en una industria, deja de ser estratégica y pasa a ser estructural. La estrategia, en cambio, busca generar ventajas competitivas diferenciales y sostenibles a largo plazo. Hoy la iA ya no es una opción: es una condición mínima para competir. Tres razones lo explican:
- Velocidad del mercado: Clientes, proveedores y competidores ya la utilizan (o dicen hacerlo). Aunque no incorporarla es quedarse atrás; implementarla mal, es peor.
- Productividad y eficiencia: Quienes integren la iA adecuadamente a sus procesos lograrán menores costos y mayores escalas.
- Talento humano: Los profesionales esperan trabajar con herramientas modernas que potencien su productividad, lo que incluso podría obligar a rediseñar procesos.
Las sombras actuales
Muchas empresas que afirman haber implementado IA aún no ven un impacto real en el negocio. ¿La razón? Según un informe del MIT, hasta el 95% de los proyectos de iA han fracasado. Se trata de iniciativas aisladas, sin alineamiento estratégico, sin capacidades humanas para sostenerlas, sin presupuestos adecuados ni integración en la infraestructura existente. Pilotos sin continuidad: esfuerzos desconectados de una estrategia clara y de los recursos necesarios para ejecutarla.
Más allá de digitalizar: transformar
La Transformación Digital no es digitalizar procesos para hacer lo mismo más rápido. Es un cambio de paradigma: redefinir cómo trabajamos y cómo nos relacionamos con clientes, proveedores, colaboradores, accionistas y reguladores. La estrategia real no está en “implementar iA”, sino en cómo extraer valor de ella para construir ventajas competitivas sostenibles alineadas a la estrategia.
En conclusión
La inteligencia artificial ya no es una opción que podamos mirar de reojo, sino un imperativo estructural que define la capacidad de competir hoy. La pregunta no es si debemos adoptarla, sino cómo alinearla con la estrategia y los recursos del negocio para generar valor real. Quienes posterguen esta decisión corren el riesgo de quedar fuera del mercado, mientras que quienes actúen con visión podrán convertir la iA en una palanca de eficiencia, innovación y sostenibilidad.
El momento de decidir es ahora: ¿está su organización preparada para dar ese paso y no formar parte de ese 95% que fracasó? Revise la evidencia, hagamos el aprendizaje y avancemos.