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De la Sala de Clases al Desarrollo País: La «Economía Creativa» como «Océano Azul»

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Por Enzo A. Tirapegui Palomino MBA, Ingeniero Comercial, Profesor Universitario en Marketing y Administración de Empresas. (LinkedIn)

Durante mis años en la universidad, las discusiones sobre estrategia empresarial y desarrollo económico se centraban a menudo en modelos tradicionales. Recuerdo vívidamente una clase donde analizamos la Matriz BCG (Boston Consulting Group), una herramienta para clasificar productos o unidades de negocio. Estrellas, Vacas de Efectivo, Interrogantes y Perros… una visión pragmática de la vida empresarial. Sin embargo, para mí, el verdadero «Producto Estrella» para el futuro de nuestro país se encuentra en un campo que en ese momento parecía tangencial: la Economía Creativa.

El Boston Consulting Group, en su análisis sobre cómo los gobiernos pueden impulsar las industrias creativas (como el cine, la música, el diseño, la publicidad, los videojuegos), subraya que estas no son solo fuentes de riqueza cultural, sino verdaderos motores de crecimiento económico. Lo que aprendí al investigar sus estudios es que la clave no está solo en el talento individual, sino en la creación de un ecosistema holístico y coordinado que abarque desde la financiación hasta la política pública. Se trata de reconocer que una película, un videojuego o un diseño industrial no son solo «cultura» sino también propiedad intelectual, empleo y valor de exportación.

Aquí es donde mi experiencia académica conectó con una de las metodologías de innovación más fascinantes que estudiamos: la Estrategia del Océano Azul.

Si la matriz BCG nos enseña a competir mejor en los «Océanos Rojos» (mercados saturados y sangrientos de competencia), la Estrategia del Océano Azul, de W. Chan Kim y Renée Mauborgne, nos invita a crear nuevos espacios de mercado y hacer irrelevante a la competencia.

¿Y cómo se aplica esto a la Economía Creativa en nuestro país?

Redefinir las Fronteras del Mercado: Mi perspectiva personal, forjada en la teoría, es que la Economía Creativa es intrínsecamente un «Océano Azul» para nuestro desarrollo. En lugar de competir solo en commodities o industrias de bajo valor agregado, el país tiene la oportunidad de capitalizar su riqueza cultural y talento. Por ejemplo, en lugar de solo exportar materia prima, podemos exportar propiedad intelectual en forma de series de animación de alta calidad, servicios de diseño con identidad local para marcas globales, o experiencias de turismo inmersivo que mezclan nuestra historia con tecnología de punta.

Innovación en Valor (Valor y Costo Simultáneamente): Esto es crucial. Como vimos en clase, la innovación en valor no significa sólo ser diferente (diferenciación), sino crear un salto de valor para los compradores mientras se reducen o eliminan factores que el sector considera dados (reducir el costo). Para el país, esto podría significar:

Crear: Plataformas digitales de distribución regional para contenido creativo, eliminando intermediarios costosos.

Aumentar: La formación en habilidades digitales y gestión empresarial para los artistas.

Reducir: La burocracia y los tiempos de tramitación de fondos y permisos.

Eliminar: La percepción de que la «cultura» y el «negocio» están separados.

Ir Más Allá de la Demanda Existente: La belleza de la creatividad es que puede anticipar y generar demanda que aún no existe. Recuerdo un proyecto en mi clase de emprendimiento donde propusimos una aplicación que combinaba el aprendizaje de idiomas con la música folclórica del país. Esto no solo atendía a la demanda existente de aprender idiomas o escuchar música, sino que creaba un nuevo segmento de «no-clientes» (personas interesadas en la cultura local de forma educativa) que antes no eran parte del mercado.

La Economía Creativa, respaldada por la visión estratégica de entidades como el BCG y potenciada con metodologías de innovación como la Estrategia del Océano Azul, representa el camino para que nuestro país trascienda los límites de los mercados tradicionales. No es solo un sector más; es una mentalidad de desarrollo que pone a la imaginación y el conocimiento en el centro de la creación de riqueza sostenible. Como futuro profesional, mi experiencia me ha enseñado que el mayor activo de un país no está solo bajo tierra, sino, y de manera crucial, entre las ideas de su gente. El desafío es dar a esos creadores las herramientas para navegar hacia su propio, y nuestro, Océano Azul.

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